A diferencia de muchos otros animales domésticos, nuestros pollos han conservado sus comportamientos originales. Desde los primeros tiempos, los criadores humanos se fijaron en el tamaño de los animales, sus colores, el tamaño y el número de huevos o incluso su color. Se ha prestado menos atención al comportamiento. Por supuesto, hay algunas razas que han sido criadas para aumentar la pugnacidad o un carácter particularmente tranquilo. Estos cambios, sin embargo, no son más que aumentos o disminuciones de comportamientos que ya están presentes en el pollo original.
Una diferencia evidente con respecto a la gallina salvaje es el número mucho mayor de huevos que una gallina doméstica pone durante el año en comparación con sus congéneres salvajes. Sin embargo, incluso otras aves silvestres realizan puestas posteriores, su cría perece o simplemente se llevan los huevos constantemente mientras los ponen. De este modo, también se consiguió aumentar el número de huevos en las gallinas y se consolidó la cría. De la mano de esto, también se desarrolló una preparación constante del gallo para el cortejo y el apareamiento, activada por la formación continua de hormonas. Por ello, también lleva -a diferencia de sus parientes salvajes- su plumaje-joya de forma permanente.
Sin embargo, no se produjo un cambio fundamental de su naturaleza con los pollos como se ha dicho. Así pues, si una manada de pollos actual no se comporta exactamente igual que los pollos salvajes de Bankiva a primera vista, esto se debe principalmente a las diferentes condiciones de vida, no a ningún cambio fundamental en su comportamiento. Esta es también la razón por la que el pollo es a menudo y con gusto un objeto de investigación del comportamiento.
Del hecho de que la gallina haya seguido siendo básicamente un animal salvaje que, si cabe, sigue buscando la mayor parte de su alimento por sí mismo y que, por tanto, sería menos dependiente de los cuidados de los humanos que la mayoría de los demás animales domésticos, (aparte del invierno, al que no sobreviviría sin ayuda en nuestras latitudes), resulta naturalmente su necesidad de poder vivir de esta naturaleza.
Probablemente no hace falta explicar más que la cría masiva de animales habitual en los últimos tiempos, encerrados en estrechas jaulas, ya es por sí sola, por tanto, contraria a su naturaleza y debe conducir inevitablemente a anomalías de comportamiento.